Parashat Emor
Tuma y Tahara, pureza e impureza están presentes en gran parte del libro de Vaikra. La Tora se caracteriza por hacer distinciones y marcar límites en diferentes áreas, de manera que esos bordes sirvan para comprender diversos estados espirituales, diferente calidad y contenido, diferentes situaciones rituales.
Es así que hacemos distinción entre kodesh y jol, sagrado y profano, por ejemplo, Shabat y el resto de la semana, aquellos animales que se pueden consumir y los que no, relaciones que se pueden tener y las que no, tiempos en los que se puede hacer determinada acción y aquellos que no y la lista podría ser mucho más extensa. Una de esas distinciones es entre la vida y la muerte. De ahí se desprenden e interpretan los rituales con los que acompañamos la muerte.
La Parasha comienza hablando del Cohen y su relación con la muerte, los familiares a los que puede acompañar y a los que no.
Dijo Adon-ai a Moshéh: Habla a los cohaním hijos de Aharón y habrás de decirles: por persona muerta no habrá de impurificarse en su pueblo, excepto por su consanguíneo el que está cercano a él, por su madre y por su padre y por su hijo y por su hija y por su hermano y por su hermana, la que está cercana a él, que no ha sido desposada por hombre, por ella habrá de impurificarse.
Los Cohaním que estaban al servicio de D´s en nombre del pueblo de Israel debían mantener límites estrictos para no dañar su estado espiritual. Solo con parientes cercanos podían estar en contacto con la muerte.
La Halaja aclara que si no hay persona alguna que pueda encargarse de dar el honor de sepultar a otra persona el Cohen no solo puede sino que debe atenderlo.
El Rab. Edery Z.L. nos ofrece en sus comentarios tres explicaciones del por qué de la necesidad de separar estos espacios.
POR PERSONA MUERTA NO HABRA DE IMPURIFICARSE. El tema de Tumát Met, טומאת מת, la impurificación ritual causada mediante el contacto con un cadáver, ha sido explicada por los intérpretes de la Toráh en tres posibilidades, a saber: a) es conocido que en la antigüedad los sacerdotes paganos estaban íntimamente ligados al culto de los muertos y a la necromancia, por lo tanto, nuestra Toráh, que es Torat Haim, Toráh de Vida, quiere impedir la depresión espiritual y anímica de sus adherentes, alejándolos – mediante prohibiciones legales – del culto de los muertos. Con mayor razón los Cohaním, maestros espirituales del pueblo, debían permanecer absolutamente alejados de ese culto, hasta el punto de no asistir a ninguna ceremonia de duelo; por supuesto con las excepciones que la misma Toráh enumera a renglón seguido. b) En la época de la Mishnáh (Rabbán Iohanan Ben Zakai) nos ha enseñado que Lefi Hibatán hi Tum,לפי חבתן היא טומאתן de acuerdo con el amor que profesamos por la persona, en vida de la misma, así debemos alejarnos de sus despojos mortales, dándoles sepultura, manifestando así el amor y respeto que les confesamos en vida; el permanecer junto al cadáver, o el no dar sepultura debida al mismo, nos convierte en impuros, transmitiendo la Tumáh טומאה a todo lo que nos rodea. Esa es la Norma de Torat Haím – la Toráh de la Vida – cabe notar
que la religión judía prohíbe la cremación y la categoriza como Hukót Hagoi-, חוקות הגוי, o sea norma pagana amén de ser un acto destructivo y despreciativo de primera magnitud. c) Los místicos de Israel desarrollan la idea enunciada en el libro del Zohar que dice que el cuerpo desprovisto de alma es una fuente de impureza para los sacerdotes.
El comentarista S. R. Hírsch lo expresa con estas palabras: La muerte es el símbolo de la materia desnuda de alma y espíritu. Ella representa la naturaleza física en su forma más absoluta y constituye la negación de la libertad moral que la vida nos ofrece y que es la base misma del servicio a D´s y de nuestra facultad, para elevarmos hacia el ideal sagrado. Es por eso que la vida constituye el trampolín hacia la santidad, mientras que su polo negativo, donde reina la naturaleza inanimada y que reduce al hombre a la impotencia, es la fuente misma de toda impureza ritual; (véase el comentario de S. R. Hirsch a Levítico 5:13). Por último el Talmud, en el tratado Berajót 58:B, insinúa que no habría que frecuentar voluntariamente el cementerio más de una vez cada treinta días, como máximo.
La Tora al hablar de Tuma y Tahara, no se refiere a otra cosa que a estados interiores y pone límites para mantener esos espacios separados. Cuando por algún motivo los límites se traspasan, también se recurrirá al ritual para poder delinear nuevamente las fronteras entre uno y otro.
Los invito a pensar que otros espacios necesitan, en nuestra vida diaria, estar limitados, debido a que uno avanza sobre el otro y lo daña inmensamente.
Shabat Shalom,
Rab Alejandro S. Bloch
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