A la bendita memoria de Menajem ben Leib, Werner Simonsohn Z.L, un líder comunitario abnegado a las tareas de culto, y a la Guemilut Jasadim.
David Arias W.
No uno, sino cuatro años nuevos tiene el calendario hebreo, así lo expresa la Mishná (Rosh HaShana 1:1). Todos estos tenían diversos alcances legales o religiosos, sin embargo el más difundido en nuestra era es el 1º del mes de Tishrei, el Rosh HaShaná, común y corriente, ese que también es conocido como el Iom HaDin, el día del juicio, Iom HaZikarón y Iom Truá.
Aun así, el que quizás más sentimos como comienzo de año sea… el 1° de Enero. Es inevitable, es muy difícil sentir que el año comienza en la mitad de Septiembre. A lo sumo si hay algo que podamos celebrar a mediados de septiembre, ¡es el 18!, pero esa fecha no da comienzo a ningún calendario en particular.
Cuando llega Diciembre sentimos una presión por todos lados, por el trabajo, informes que entregar, balances, cuentas, etc. En los estudios, los exámenes, las pruebas. En la Kehilá, el resumen de las actividades del año, el Majané de la Tnuá, y la planificación del año entrante. Se hacen “fiestas” de fin de año en todos los ámbitos, el amigo secreto, la cena de la empresa, y otra variada gama de actividades. Todo esto hace que efectivamente, sintamos que el comienzo del año es el 1º de Enero, y no el 1º de Tishrei.
No hay una contradicción esencial entre ambas fechas. Como judíos modernos, regimos nuestras vidas según el calendario gregoriano. Esto es válido incluso para quienes vivimos en Israel, aquí en Ierushalaim nadie fija una reunión de trabajo el Yud Guimel beSivan a la puesta del Sol, sino el 27 de Mayo a las 6 de la tarde. Pero por otro lado, el comienzo de un nuevo año, no es simplemente una reunión de trabajo, simboliza muchas otras cosas.
La dualidad que muchos sentimos con respecto a este “año nuevo en la mitad de nuestro año normal”, puede que venga desde tiempos muy antiguos, desde la creación del mundo. El relato de Bereshit (Génesis) plantea que D’s creó dos grandes luminarias y nosotros los seres humanos, creamos a partir de las mismas, diversos calendarios.
Con todo, el componente social y el contexto en el que nos desenvolvemos, sean quizás los factores que más influyen a la hora de sentir que estamos dando comienzo a un nuevo ciclo. Es por esto que en Israel la situación es un poco más fácil. De todos modos el inicio del año escolar, por ejemplo, en Israel es el 1º de Septiembre, fecha que pocas veces coincide con el 1º de Tishrei. Es más, el comienzo del año lectivo en las universidades es después de los Jaguim, y el año fiscal se rige de acuerdo al calendario gregoriano, renovándose todos los primeros de Enero. Pero lo que realmente hace de Rosh HaShaná en Israel, el comienzo de un nuevo año, es justamente el componente social.
En el trabajo, en casi todas las oficinas, se hace un brindis, generalmente la semana previa. En la radio, se escuchan las canciones de Rosh HaShana, y en las sinagogas Sefaradiot o Mizrajiot en el barrio en donde vivo, las melodías y tefilot de Selijot se escuchan ya en las madrugadas, con el comienzo del mes de Elul, casi junto con el cantar del Muazín de la Mezquita.
A la firma del mail le agregamos una imagen de un Shofar, en la Kehilá ya se organizan los Shelijei Tzibut y oficiantes, mientras que en la Tnuá se envían Kartisei Berajá, tarjetas de saludo. Las familias dan inicio los preparativos para la cena de Rosh HaShana. El dilema se repite: “Este año, ¿dónde nos toca pasar el Jag?”. Los centros comerciales se atestan de gente comprando regalos que serán entregados como un pequeño presente la noche de Rosh HaShaná, las tiendas de ropa sacan a relucir prendas blancas, festivas. En los supermercados en los días previos a la festividad, se acumulan cientos de personas, sin nada que envidiarle a un supermercado Santiaguino en los últimos días de Diciembre.
Y finalmente llega el día de Rosh HaShaná. Todo Israel, un país con apenas 500 kms de extensión de norte a sur, se transforma en un gran taco, de punta a punta. Ollas con comida, bolsas con regalos, Majzorim y shofarot, recorren el país para llegar a tiempo a la casa de algún familiar. Las clásicas melodías y nigunim de Rosh HaShaná resuenan a la vuelta de cada esquina, y al culminar las Tefilot, la familia se reúne. Una cena que no guarda mayores motivos religiosos o símbolos claros a cumplir según la Halajá, la ley judía. Por eso en cada casa, se suman otras costumbres, otros sabores. En algunos, el éxito será el Gefilte Fish, en otros las Burecas. Es más bien algo tradicional que vamos sumando a nuestra experiencia.
Tal vez, ese sea el secreto para sentir que realmente Rosh HaShana es el comienzo de un nuevo año, sumar a nuestra experiencia tradiciones, costumbres y símbolos. Está en nuestras manos hacerlo. En el trabajo: Agregar una pequeña frase o un saludo en todos nuestros mails. En la familia, comenzar con tiempo a preparar la la cena de Rosh HaShana y enseñar las tradiciones familiares. Organizar un amigo secreto familiar. En el ámbito personal: hacer un Jeshbón HaNefesh con tiempo, con consciencia. En la Tnuá: preparar kartisei berajá, y enseñar acerca de la importancia del Jag. En la Kehilá, saludar a quienes componen cada parte de ella, hacer un lindo brindis, un lejaim, tal como lo hacemos en Israel, y sumar a eso Tefilot de Seljot. Organizar nuestras vestimentas blancas festivas. En el auto… poner el playlist de Rosh HaShana.
Y así sumar, y así seguir, para sentir, que incluso en la mitad del año, tenemos una nueva oportunidad, de volver a comenzar.
Shaná Tová.
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