Rabino Alejandro Bloch.
La tradición judía nunca ha sido exclusivista.
Al ser minoría siempre hemos estamos vinculados con personas y pueblos con diferentes creencias y costumbres.
Esta relación ha sido variada, dependiendo de circunstancias históricas, políticas y/o económicas.
Históricamente hubo momentos en que los gobernantes cristianos o musulmanes crearon un espacio de respeto que permitió la creatividad, y otros en los que se intentó la conversión a la fuerza de nuestra gente.
Nuestra reacción ha sido de firme rechazo a esa práctica, muchas veces esto conllevó una evaluación negativa de las personas – que interpretaban esas religiones de manera extrema.
También sabemos como la discriminación religiosa ha producido matanzas desde la época de las cruzadas, la inquisición y en tiempos más modernos en su forma de racismo, justificándose en una falsa teoría de las razas como lo fue en el nazismo.
Grandes rabinos y maestro de todas las épocas han tratado de comprender el significado de las otras religiones Abrahamicas y su sentido para el judaísmo.
¿La relación debe ser de confrontación, de discriminación, de hermanos?
Autoridades rabínicas han declarado por ejemplo que el cristianismo no debe entenderse como una religión idolatra, e inclusive Maimonides reconoce en el islam una forma elevada de monoteísmo.
Nuestro maestro Abraham J. Heschel en los años 60 escribió un artículo fundamental para comprender nuestra relación con las otras religiones y su título es sugestivo “ninguna religión es una isla”.
Saliendo del trauma de la Shoa, en donde él mismo perdió gran parte de su familia, hace un llamado a las religiones a unirse en pos del bien común, de la libertad y del respecto a la vida humana.
Su argumento fundamental es que existe una unidad de las fuerzas del mal y de la destrucción, por lo tanto, aquellos que hablamos de la fe en un D´s creador, aquellos que estamos por la vida y el bien, no podemos ser indiferentes y desperdiciar nuestros esfuerzos.
Eso no quiere de ningún modo proponer el sincretismo, sino establecer un diálogo profundo aceptando las diferencias y reconociendo las cosas que tenemos en común, rechazado todo tipo de fundamentalismo, los que serían lo contrario a la actitud de humildad que debemos tener frente al creador, a su creación y a sus criaturas.
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