Daniel Finkelstein.
Durante mi infancia, al igual que la mayoría de los jóvenes judíos de Santiago y Viña, tuve la suerte de ir y pertenecer a un movimiento juvenil. Siguiendo los pasos de mis hermanos, empecé a asistir al movimiento Tikvá. Durante los primeros sábados, escuchaba luego del Mifkat a la gente consultar si ese día iba a ver Havdalá o todavía no era posible. Dado que en ese momento, todavía no se efectuaba el cambio de hora y no se podía realizar.
Pasaron un par de sábados y se realizó el cambio, el sábado siguiente, durante el cierre, se comentó que se iba a comenzar a hacer Havdalá. Luego que el Rosh de ese entonces, terminó las actividades, las luces del salón de la comunidad se apagaron y las personas que estaban en ese momento, se agruparon. De repente, todos los presentes hicieron un círculo y procedimos a cantar y rezar despidiendo el Shabat y comenzando una nueva semana.
Al terminar ese día, quedé impresionado, dado que había participado en mi primera Havdalá y además, el rabino me había regalado un chocolate. Recordando hoy ese día, tengo la duda si estaba más emocionado por el rezo o por el chocolate que me llevaba a mi casa.
Al pasar el tiempo, tuve la suerte de tener mi primer Shabat en Majané, realmente era (es) un momento especial, se empezaba a bajar las revoluciones de un increíble experiencia para darle espacio a la tranquilidad de la ceremonia. Un hecho que siempre recuerdo cuando era janij era que ese día no teníamos que limpiar nuestra carpa, lo que nos hacía muy felices. Cuando empezaba a terminar el día, todos nos acercamos a los mástiles del campamento y hacíamos nuestra Hadvalá. Fue un momento muy especial que se compartía con todo el Majané.
Luego en mi etapa de madrij, tuve la suerte de ver este rezo desde el otro lado. Al ser madrij, uno tiene la responsabilidad que sus janijim sean partícipes y que se motiven. La verdad es que nunca representó un gran esfuerzo, debido a que ese momento siempre era muy esperado. Una de las cosas que más rescato, es la familiaridad que se generaba, ya que se invitaba a los janijim, madrijim y padres a juntarse y rezar en conjunto.
Hoy en día, recordando esa época, reflexiono en lo que generaba hacia las personas presentes que esperaran este rezo. Que hacía que jóvenes quisieran ser parte integrante y que preguntaran todos los Sábados si había o no esa semana. La Havdalá significa diferenciar-distinguir que, a través de este rezo, se logra poner término a la semana que está finalizando y el inicio de una nueva semana. Este espacio nos invita a compartir con amigos un momento mágico, donde todos juntos cerrábamos una etapa y abríamos una nueva. Por otro lado, este proceso nos invita a analizar situaciones que nos han sucedido en estos siete días que pasaron y a pensar cómo queremos que sea la semana que comienza.
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