Vaishlaj. ¿Señor o hermano?
En nuestra parashá hay varios momentos dramáticos.
Uno de ellos es el encuentro de Iakov con Esav.
Iakov suplantó a su hermano en la bendición de Itzjak instigado por Rivka.
Esav jura que matará a su hermano cuando llegue la muerte de Itzjak.
Iakov sale de su casa por unos días, como le dice Rivka, para aplacar la furia de Esav, y se demora en regresar más de 20 años.
¿Cuántas veces imaginó Iakov el encuentro?
¿Cuántas veces repitió en su mente la escena de la bendición?
¿Cuántas veces se palpó las manos para ver si eran lampiñas o velludas, si eran las suyas o las de Esav?
¿Cuántas veces intentó formular una disculpa, un pedido de perdón?
Ahora regresa, ya no como el joven que huyó, sino como un adulto que debe enfrentar su destino y ser responsable de sus actos.
Iakov se prepara, para todos los escenarios.
Para agradar a su hermano con regalos, proteger a su gente en caso de guerra, y rezar como último recurso.
No hizo falta nada de eso.
Esav no necesita regalos, ni matar a Iakov.
¿Tal vez Esav solo necesita a su hermano?
¿Se habrá culpado de la separación?
¿Habrá sospechado Esav que alguien escuchó su promesa de matar a Iakov y por eso no se vieron por 20 años?
El encuentro es breve, pacífico, e intenso.
Su reencuentro dura unos instantes.
Esav quiere que se prolongue, Iakov quiere seguir su camino, ahora tiene que ver a Itzjak.
Alzó Iahacov sus ojos y vio y he aquí que Hesav venía y con él cuatrocientos hombres. Dividió los niños entre Leáh y Rajel y las dos siervas.
Puso a las siervas y a sus niños primero y a Leáh y a sus niños detrás y a Rajel y a Iosef, los postreros.
Mas él pasó delante de ellos y se prosternó a tierra siete veces, hasta acercarse hasta su hermano.
Corrió Hesav a su encuentro y le abrazó, se echó sobre su cuello y le besó y ellos lloraron.
Lloraron. Cuanto dolor. Cuanto dolor a veces se produce en las familias.
Tantas cosas no dichas, dichas a medias, o silenciadas.
Quiero pensar que Iakov y Esav hicieron las paces.
No compartieron mucho, pero dejaron el pasado atrás.
Pudieron hacer la paz entre ellos y dentro de ellos.
Pensar que Iakov y Esav quedaron en paz, me da esperanza.
La esperanza de que otros hermanos también puedan mirarse a la cara, abrazarse, llorar todo lo que tengan que llorar y seguir sus caminos con tranquilidad y plenitud.
Shabat Shalom
Rab Alejandro S. Bloch
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